Collage
jueves, 4 de noviembre de 2010
Wolfang
Desde que me llegó el mensaje, el día se ha convertido en una larga espera. Siempre me pasa lo mismo. Cuando me entero de que hay un nuevo evento no puedo hacer nada, solamente esperar a que llegue el maldito momento, ver cómo caen las incombustibles horas por mi reloj. Hoy al menos ha llovido y eso siempre ayuda. Llevo todo el día metida en casa. He visto diez minutos de tres películas distintas, he cambiado de canal más de 128 veces, me he asomado a la ventana en 7 ocasiones. Llovía. Llueve. 11 llamadas perdidas sin devolver. Nada de teléfono. Además, esta vez sé que la vague merecerá la pena. Eso me dijo Alberto, “esta vez la sesión merecerá la pena. Te llegará un mensaje, del número 1333, con la dirección”. Bebo de la música de extramuros, mi especialidad es bucear en el submundo musical, y hoy tengo buenas sensaciones. Parece que la noche no iba a llegar nunca pero siempre llega.
Finalmente consigo asomarme a la lava del volcán y allí veo a un niño de apenas 10 años manejando la mesa de mezclas. Wolfang Amadeus Mozart interpretaba sinfonías con 4 años de edad. Con 5 años ya compuso sus primeras obras musicales. En este mismo instante sé que estoy ante un nuevo ejemplo de precocidad creativa. Un nuevo genio que se adelanta al reloj de los años. Aquí, en las entrañas de una fábrica abandonada de tabacos. Un niño pinchando una música ultramoderna y decadente que hace bailar a las fieras adultas. Una mueca de inocencia en medio de una bruma de humo y sudor. Estoy viviendo un momento histórico. Ahora mismo, en este mismo instante. Cierros los ojos y comienzo a mover mi cuerpo. Una nueva canción retumba por el subsuelo. Una nueva joya de ese niño guapo y esquivo. Bailemos.
domingo, 3 de octubre de 2010
transparencias
“La cotidianidad es una transparencia inmóvil que dura sólo unos segundos” R. Bolaño.
Acabaron las pizzas sin comerse los rebordes y se sentaron en el sofá para ver un rato la tele antes de acostarse. Tras zappear durante unos minutos, finalmente dejaron un documental que echaban en la 2 sobre Andrés Rabadán, el asesino de la ballesta. Los dos recordaban vagamente la historia que en su día conmocionó a España: un joven esquizofrénico había asesinado a su padre con esa arma más propia de la época medieval. En el juicio se dictaminó su locura y finalmente fue encerrado en un psiquiátrico. Tras pasar algunos años fuera de los focos mediáticos, la imagen de Andrés Rabadán volvió otra vez a las periódicos debido a las dotes artísticas que había desarrollado en prisión. Además de asesino y de loco, Andrés era un pintor dotado con una gran creatividad. Sus dibujos eran tan buenos como oscuros y tenebrosos.
Paco y Marta se quedaron viendo el documental.
Aquella noche, Marta no pudo conciliar el sueño. Casi todos los domingos le pasaba lo mismo. El viernes y el sábado solía trasnochar, su ritmo interior se alteraba, y no le resultaba nada fácil volver al horario normal. Lo que resultó más extraño fue la intranquilidad y el desasosiego que experimentó aquella noche. No paró de dar vueltas en la cama. Por su cabeza pasaban los recuerdos de la noche del sábado, las imágenes del documental y las palabras de Paco: “Hazme caso está mintiendo”. La noche del lunes no fue mucho mejor. Esta vez sí pudo dormirse pero tuvo una pesadilla con las pinturas de Andrés Rabadán. Ella aparecía como uno de sus personajes, un figura negra que corría por un bosque oscuro. Huía de alguien mientras sonaban las palabras que había pronunciado Paco durante el documental “Hazme caso, está mintiendo”.
“No pensaba en nada en especial, estaba allí y estaba agusto. Es como una dualidad, me sentía, triste, pero alegre, no sé cómo explicarlo”
Apagó el cigarrillo y se dijo a sí misma. "Claro, está mintiendo. Claro que estamos mintiendo".
Acto seguido cogió el metro y descendió en la Estación de Atocha-Renfe.
domingo, 26 de septiembre de 2010
Tormenta
Son las 13:40 de un viernes de septiembre de 2010. José Vazquez conduce su Camión por la autovía que une Murcia y Alicante. El cielo está gris, gris oscuro, casi negro. Las nubes parecen ubres de vacas sin ordeñar. José Vazquez huele el aire que entra por las ventana de su Mercedes 300-S. Es aire violento, adolescente, virgen. José limpia sus fosas nasales con este aire-wasabi mientras saca un Cd de la guantera y lo introduce en el equipo de música. Antes de que suene la primera canción le da a stop. Aun debe esperar unos instantes. José sigue fiel a sus 90 km/h y observa los adelantamientos desde su privilegiada posición aérea. Sonríe. Finalmente, llega el estruendo y el cielo se parte y se agrieta y desciende hasta el asfalto. Las gotas se multiplican sobre los cristales del camión. A los limpiaparabrisas se les acumula la faena. En apenas unos minutos, todo es agua. El cielo, los cristales, la carretera. Los coches aminoran su velocidad, se colorean con luces de emergencia y se agolpan en el carril derecho de la autovía.
AHORA, dice José para sus adentros. Conecta el intermintente izquierdo y le da al Play.
José avanza por la tormenta; gladiador, majestuoso. La canción suena al máximo volumen y sus fieles 90 parecen 250 km/h. La batería acompaña ahora al teclado (0:17) y las enormes ruedas de su Mercedes S-300 expulsan el agua de su carril. La carretera se abre ante su camión y las olas sacuden a los coches de la derecha. La voz comienza (0:32). José canta emocionado y adivina el miedo de los otros conductores. Ella ya no está. José empuña el volante con fuerza y mira por los cristales empañados, por sus ojos empañados. Llega el estribillo (1:04) y el camión de José es el vehículo más veloz de la carretera. Sueño contigo, ¿Qué me has dado? La visibilidad es casi nula pero José lo ve todo con una gran claridad. Camela, la lluvia, los relámpagos, los truenos, los recuerdos… 3:18, la parte de la canción que más le gusta. José se siente en simbiosis con su camión, con la música, con la tormenta. Una ráfaga de felicidad.
La canción termina. La tormenta continúa. El camión prosigue su marcha.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Mis calzoncillos chinos.
Ese día llevaba puestos mis antiguos calzoncillos. Mis calzones de la buena suerte. Los llamaba los slips chinos por el color amarillento y sepia que habían adquirido con el paso del tiempo. Sigo pensando que esos calzoncillos tuvieron algo que ver con lo que sucedió después. En realidad, en ese momento no recordaba los calzoncillos que llevaba puestos, de eso me acuerdo ahora, entonces sólo pensaba en encontrar un sitio para mear. Había pasado todo el día sin orinar, sin encontrar el momento oportuno para ir al aseo. Hay días que son así, todo parece confabularse para que no mees. Andaba oprimido, con la sensación de que mi vejiga terminaría por desprenderse de mi cuerpo y estallar contra suelo. Como uno de esos globos de agua con los que jugábamos cuando éramos pequeños. Un globo que esta vez no estaba lleno de agua. Tampoco de orina, como comprobaría más tarde. Me desvié hacia una esquina que colindaba con un descampado y desabroché rápidamente los botones de mi pantalón vaquero. Recuerdo que el muro estaba hecho de ladrillos, que llovía, que el cielo estaba cubierto de nubes densas y plásticas. Lo último que vi, antes de bajarme los slips, fueron dos tubos de neón que resplandecían por detrás del muro de ladrillos, y una figura de rostro asiático que se perdía en el horizonte. Luego empecé a mear microchips, bytes, megas, memorias rams, teclados, ratones de ordenador, pantallas, discos duros, procesadores de texto, sofwares y hadwares, monitores, CPU’s, tarjetas gráficas, altavoces… Poco a poco se fue haciendo una charco con toda la historia de la informática: desde el “Colossus” hasta el i-Pad; pasando, claro está, por el espectrum, amigas’ y los pc’s. Toda la sociedad de la información esparciéndose por debajo de mis pies. Mi reacción no fue exactamente de asombro. Más bien fue de paz, de sosiego, de tranquilidad. Hacía años que andaba saturado y yo creo que necesitaba expulsarlo todo. Pasar una temporada con el papel y el boli. Volver a los orígenes.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Despertares
En julio de 2010, Ramón Nuño tuvo un accidente de coche que le dejó sumido en coma durante dos días. Esas 48 horas se le pasaron a Ramón como si fueran tres minutos; eso sí, tuvo tiempo de ver esa “luz al final del túnel” que dicen vivir las personas que han estado muy cerca de la muerte. Cuando Ramón fue reanimado, se despertó con ese resplandor en sus pupilas. También se despertó con muy mala leche. Abrió los ojos y miró a sus familiares y amigos que le acompañaban en la habitación del hospital. “¿Dónde está? ¿Dónde está?”, les chilló. “No me hagáis esto, y dejadme morir. ¡Quiero bailar con ella!" Después de soltar estas incongruentes palabras, Ramón abrazó la almohada, secó sus lacrimosos ojos en las blanquísimas sábanas de su cama, y comenzó a tatarear un rock and roll.
Eje de coordenadas.
Yo también pensaba que el libro electrónico nunca sustituiría al libro tradicional. Creía que se complementarían. Pensaba que nuestros libros preferidos los tendríamos en papel y que utilizaríamos el libro electrónico en los viajes, para intercambiar lecturas o para guardar novelas secundarias. Yo también estaba equivocado. Mi eje de coordenadas estaba en el continente y no el contenido. Me di cuenta del error en un aeropuerto, antes de pasar un control de seguridad.
La reflexión se nutre de esos lugares impersonales y fríos. Los puebla.
Vayamos al grano: no es que el libro electrónico vaya a sustituir al libro tradicional, es que la nueva novela sustituirá a la antigua; y su reproducción sólo será posible en formato digital. En los libros electrónicos se podrán leer los grandes clásicos de la literatura; pero en los libros tradicionales ya no se podrá acceder a las obras del futuro.
La historia ha demostrado tantas veces que el avance de la técnica modifica la naturaleza del arte que ya no es necesario demostrarlo. Y en estos momentos, el avance tecnológico se nos presenta como un dispositivo que reproduce texto en una pantalla digital. De ahí el nombre: “Libro electrónico”. El problema de los nombres es que muchas veces ocultan otras dimensiones en el debate. Y es que esos aparatos no sólo muestran texto, también pueden reproducir música, dibujos, videos…
La novela del futuro será una novela que combinará varios géneros artísticos; utilizando en cada momento aquella técnica que mejor se ajuste a la historia, al relato. Ya no se escribirán novelas, se compondrán collages. Del texto se pasará al video, del video al comic, del comic a la poesía visual… Y, por supuesto, todo ello con banda sonora… El narrador no te dirá que el protagonista está escuchando Joy Division, directamente hará que Love will tear us apart suene por los auriculares de tu e-book. El escritor del futuro será de nuevo un artista global que deberá manejar diferentes registros y ensamblar diversos fragmentos.
Da Vinci is back.
En realidad, hace ya unos años que Da vinci vive con nosotros. No en el libro electrónico, cuyo contenido-collage todavía está por desarrollar; sino en Internet, en los blogs que combinan texto, fotos, pintura, música, video. Todo comienzo es dubitativo, y todavía hoy la lógica tradicional sigue empañando las lentes. Las libros que quieren ser atrevidos copian a los blogs y los escritores que tienen bitácoras sueñan con publicar en papel. Es el mundo al revés. Se sigue pensando que el texto es lo único que importa, cuando sólo es un componente más del cuadro.
Este blog, como hacen muchos otros, contendrá diversos cuentos-collages, y alguna que otra poesía-collage. La imagen, el video o la música será tan importante en la historia como el texto.
Espero que les guste. Eso sí, no pierdan su tiempo juzgando el resultado con la óptica de la literatura tradicional pues sería lo mismo que aplicar las medidas del Hombre de Vitrubio a la “Fontaine” de Duchamps. Cambiemos de registro.
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