En julio de 2010, Ramón Nuño tuvo un accidente de coche que le dejó sumido en coma durante dos días. Esas 48 horas se le pasaron a Ramón como si fueran tres minutos; eso sí, tuvo tiempo de ver esa “luz al final del túnel” que dicen vivir las personas que han estado muy cerca de la muerte. Cuando Ramón fue reanimado, se despertó con ese resplandor en sus pupilas. También se despertó con muy mala leche. Abrió los ojos y miró a sus familiares y amigos que le acompañaban en la habitación del hospital. “¿Dónde está? ¿Dónde está?”, les chilló. “No me hagáis esto, y dejadme morir. ¡Quiero bailar con ella!" Después de soltar estas incongruentes palabras, Ramón abrazó la almohada, secó sus lacrimosos ojos en las blanquísimas sábanas de su cama, y comenzó a tatarear un rock and roll.
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